CUANDO LAS PALABRAS NO SOBRAN: LA TENTACIÓN DEL EMAIL
Como jóvenes el correo electrónico y el internet se han convertido no sólo en herramientas útiles para el estudio, el trabajo, o para comunicarse con el mundo entero desde Taiwán o Roma hasta Perú y viceversa, sino que incluso están moldeando nuestro estilo de vida y la forma cómo nos expresamos. A pesar de la gran retribución al facilitarnos una coordinación rápida e intercambio de información, así como de salvarte de apuros y poder contar nuestro día a día sin movilizarnos de nuestra casa, universidad u oficina, “no todo lo que brilla es oro” como dice el refrán.
¿Quién no ha tenido alguna vez algún problema serio con algún amigo/a, o con cualquier persona allegada? Aunque parezca increíble, a mis 23 años no pocas veces he sido testigo e intérprete de cómo los jóvenes usamos el correo electrónico, el msn o el chat para de manera poco exitosa tratar de solucionar un impase con alguna persona, incluso en este aspecto tan personal de nuestras vidas la tecnología hace su aparición.
Me sucedió no hace mucho que me encontraba en una situación muy tensa con un amigo, no nos habíamos entendido por diferencia de opiniones y producto de esa desazón durante ese tiempo dejamos de vernos, tal vez hubiera sido el fin de esa relación pero aún así la amistad era tan preciosa que en algún momento sentí que tenía que acercarme. Sin embargo, no sabía cómo comenzar y al querer solucionar rápidamente las cosas el impulso me ganó y escribí un correo electrónico para tratar de retomar la relación.
La cuestión se volvió insostenible cuando tras el primer correo, vino el segundo y luego el tercero… cuando me di cuenta la relación estaba tan igual como al comienzo del problema, tal vez con más malos entendidos y unas cuantas heridas hechas sin propósito… e incluso muchas dudas de qué es lo que quiso decir el otro con tal o cual expresión, ¿estaba siendo sarcástico? ¿lo decía en serio? ¿forma parte de una de sus típicas bromas o es un resentido sin remedio? Son varias de las preguntas que rondan por nuestras cabezas en tales casos.
Respiré profundo y supe lo que tenía que hacer, me armé de valor y fui a su casa a hablar con él… algunos otros amigos se enteraron de esta acción y algunos lo consideraron loco y hasta precipitado de mi parte, pero era necesario. Definitivamente el sentarnos y estar al lado de otro viéndonos los rostros está muy por encima de cualquier correo electrónico o conversación de mensajería instantánea, el escuchar nuestras voces, ver los gestos, distinguir los tonos de voz y el mismo hecho de estar presente eran lo que daba paso a reconstruir lo que estaba quebrado.
No pretendo exclamar “¡Eureka! Encontré la solución”, pero definitivamente la calidad de tiempo que se invierte en una conversación persona a persona y el valor que implica enfrentar los problemas sin escudarse tras una pantalla y un teclado, dan de por sí un valor único a la intención de reconstruir y componer cualquier problema que se haya presentado.
Justo esta semana otro amigo me escribió un correo electrónico diciéndome que su virtual desaparición tanto en cuanto a llamadas, como por correos – para mí, prácticamente había sido tragado por la tierra, raptado por el cielo o cualquier ejemplo que se les pueda imaginar - se debió a que estaba molesto conmigo. Muy aparte del motivo, me gustó su actitud pues no pretendió a través del correo decirme todas sus razones de por qué estaba enojado conmigo ni pretendí cuestionarlo de su deliberada desaparición del mundo aunque sí ambos manifestamos que tanto una como la otra cosa no nos gustó, así que quedamos en conversarlo uno de estos días que nos viéramos, y luego de poner eso en común retomamos nuestra cháchara coloquial sabiendo que no valía la pena ahondar en el asunto por correo.
Ciertamente como a cualquier persona me produce algo de ansiedad enfrentar ese momento “de verdad”, pero sé que conversarlo es mejor que simplemente escribirlo y leerlo en la frialdad de un sitio en la oficina o en la soledad de mi habitación.
Aún así, cuando la necesidad apremia y el tema no es delicado pues apoyo la iniciativa de los correos electrónicos más que nada para promover actividades, intercambiar info o hablar de lo cotidiano, antes que solucionar problemas personales y que nos involucren emocionalmente, pues la calidez del encuentro de dos personas, de amigos, el poder compartir un espacio y momento juntos disfrutando de alguna película, música, obra artística o simplemente - como diríamos - “lateando” vale muchas veces más que un correo electrónico, pues a través de esos momentos es que se llega a construir realmente una relación cálida, de personas y no de individuos alejados y ajenos al otro.
AMF
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